El problema es que el sobrepeso es una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, tal y como lo define la OMS. A partir de esa definición, y de cómo se calcula el IMC, nos damos cuenta de que este índice no mide de forma correcta el sobrepeso. Por ejemplo, una persona baja y musculosa podría dar un IMC correspondiente a sobrepeso, aunque no tenga un gramo de grasa en el cuerpo. Y, por el contrario, un IMC saludable (entre 18,5 y 25) puede corresponder a alguien alto y enjuto pero con barriga, y esa acumulación de grasa abdominal puede suponerle problemas de salud. Por ello, tendría sobrepeso desde un punto de vista metabólico.
Si se añade a lo anterior que otra limitación del IMC es que no tiene en cuenta la edad ni el sexo, se entiende que los científicos y expertos hayan optado por el FMI, que es una medida mucho más fiel del grado de sobrepeso de un individuo. Este índice se calcula dividiendo la masa grasa de una persona por su talla en metros al cuadrado. A la hora de interpretar el resultado, se acude a una tabla que tiene en cuenta tanto la edad como el sexo del individuo.
Diversos estudios en poblaciones han confirmado que el FMI es superior que el IMC a la hora de determinar el sobrepeso real de una persona. Sin embargo, el FMI no está exento de problemas. El principal es la dificultad para encontrar una medida fiable de la cantidad de grasa que tiene un cuerpo. Hay diversos procedimientos, como la bioimpedancia, que nos da un porcentaje aproximado de la grasa respecto al peso total. Sin embargo, los aparatos de este tipo que podrían utilizarse en el ámbito doméstico por su coste razonable tienen poca fiabilidad.
Existen diversos aparatos más precisos, aunque reservados al ámbito sanitario profesional por su elevado precio: bioimpedancia más fiable, absorciometría dual de rayos X, pletismografía, TAC y resonancia nuclear magnética, entre otros. No obstante, parece evidente que su utilización exclusiva por parte de profesionales supone un grave inconveniente para la mayoría de la población, de cara a conocer su FMI.
Otro problema que existe para aplicar el nuevo índice es que aún no hay unanimidad entre los expertos (al contrario que en el caso de IMC) a la hora de interpretar los resultados. Es decir, que un determinado FMI puede ser considerado saludable para unos expertos, y equivalente a sobrepeso para otros. A pesar de que hacen falta estudios más completos al respecto, puede concluirse que el FMI es un valioso instrumento para el diagnóstico de la obesidad.
Artículo elaborado por Adelgazar.Net en febrero de 2011,
a partir de informaciones de Consumer