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Reglette regime

sábado, 5 de septiembre de 2009

El éxito de tu dieta depende de ti...

Hoy toca tirar voladores... bajé 100 inesperados grametes... así, asi, despacito pero con buena letra... que algún día habrá que llegar al ansiado y demoníaco 66,6... que en kilos corresponde al peso para el I.M.C. teóricamente ideal para un "temba" de mis años, mi estatura y mi mal carácter...
Ya ves, decimita a decimita nos vamos acercando a la codiciada cifra... dentro de poco espero entrar el la "cuesta de los sesenta" (¿quíen me lo iba a decir cuando andaba rondando los 115 kilotes de mi "época de oro"?...)

Publicado el 27.11.2008
Aprenda a disfrutar de los alimentos
El éxito de su dieta depende de usted
Su guía en el adelgazamiento será desactivar viejas costumbres y reemplazarlas por hábitos más apropiados para un presente y un futuro en salud.
Usted tiene algunos kilos de más, sube a la balanza y decide cuántos quiere bajar. Luego, generalmente, se pone una fecha límite. ¿Resuelto el problema? Aún no: falta saber cómo hacerlo y como llevarlo a la práctica. Muchas personas dan rienda suelta a su ansiedad y tratan de eliminar de plano su sobrepeso a través de dietas y métodos que terminan perjudicando su salud:
- Ayunar durante varios días o comer muy poco.
- Eliminar totalmente de la dieta ciertos alimentos, como los dulces, por ejemplo, y desearlos constantemente durante ese lapso.
- Abandonar los alimentos con fama de engordantes, como las famosas cuatro "
P": pan, pastas, papas y postres.
- Adherirse a algún programa del tipo "adelgace 7 kilos en una semana".
- Recurrir a pastillas que reducen el apetito, generalmente anfetaminas.
Ninguno de estos recursos suele ser efectivo para bajar de peso y luego mantener el peso correcto en el tiempo. ¿Por qué?... Porque este tipo de dietas dividen los alimentos en dos: los que usted puede comer para adelgazar y los que comen los demás.
Usted separa sus alimentos "permitidos" en un recipiente en la nevera y vacía su cocina de cualquier otro. Comienza a tener miedo de ir a lugares donde los demás alimentos abundan: el supermercado, la panadería, la confitería, el restaurante, la fiesta de cumpleaños de su amiga… A veces ni siquiera quiere cocinar, por temor a tentarse.
Resultado: más hambre
La restricción continua de alimentos suele causar una mayor sensación de hambre, que además es constante, y el saldo es inevitable: volver a comer, con culpa, y recuperar el peso perdido, y a veces incluso, algunos kilos más. Es lo que conocemos como "efecto rebote".
Las dietas restrictivas tratan a los alimentos como enemigos y a usted como si fuera un niño que no sabe elegir y que necesita ser controlado. Adelgazar se convierte entonces en una especie de castigo, que usted a veces siente que merece, porque volvió a aumentar de peso. Esquemas basados en la prohibición y la restricción no favorecen su salud física, mental y emocional y, al contrario, refuerzan los hábitos poco saludables.
No renuncie al placer

Si usted ha padecido de sobrepeso durante mucho tiempo o sufre de obesidad, necesita un nuevo panorama respecto de cómo hacer dieta y cómo mejorar su salud. Hacer dieta no significa renunciar al placer que le brinda una comida que le gusta. Aunque usted no lo crea, puede disfrutar de los alimentos, se puede disfrutar de una dieta. La clave está en aprender una nueva manera de comer que lo ayude a mantenerse en el peso adecuado y contribuya a mejorar su salud y bienestar general.
La forma, la cantidad y los alimentos que usted consume forman parte de sus costumbres. Por eso, intentar cambiar de un día para el otro la manera de comer es una propuesta difícil de cumplir, o por lo menos, de sostener. Lo más probable es que esta autoimposición de nuevos hábitos funcione durante cinco o diez días, pero después todo vuelve a la "normalidad".
Piense en algo cotidiano, como ducharse, por ejemplo. Usted tiene una organización ya creada: el jabón, el champú, el cepillo, el toallón, la ropa, su peine o cepillo, el secador para el cabello, la alfombrita al salir de la ducha, etcétera. Todo está dónde y cómo a usted le gusta, o le resulta cómodo, para su cuidado personal. Esta rutina simple, como tantas otras, se termina de armar generalmente entre los veinte y treinta años de edad. Después se repite automáticamente, sin necesidad de pensar conscientemente cada paso.
Renovarse es vivir mejor
Póngase ahora en el lugar de quien necesita hacer una dieta para adelgazar y mantenerse. Para tener éxito, tendrá que cambiar hábitos alimentarios que fueron construidos a lo largo de toda la vida, que fueron incorporados con placer, utilizando sus sentidos: la vista, el olfato y el gusto. También será necesario hacer cambios en la manera de comprar, preparar y servir los alimentos, la forma de comer y el tiempo que se le dedica. Esto incluye una nueva manera de distribuir las comidas, adaptarse a cantidades diferentes y a una mayor variedad de alimentos.
Darle a usted una dieta o un plan de alimentación y esperar que cumpla las indicaciones al pie de la letra gracias a nuestro poder de persuasión o porque somos muy convincentes, implica efectivamente un riesgo. Es preciso acompañarlo a construir su "autocuidado responsable". Esto es, a que usted pueda ir progresivamente reemplazando esquemas mentales que ya no le sirven por otros que sean útiles hoy, para su actual necesidad. Hay que desactivar costumbres viejas y reemplazarlas por esquemas nuevos más sanos.
Y para ello es necesario su compromiso. El poder lo tiene usted: está en sus manos decidirse por una vida más agradable y satisfactoria o conformarse con esos kilos que tanto le molestan.


Moraleja (esto es "de mi cosecha"): Hay que comer de todo pero en menor cantidad, dividiendo las comidas en un número mayor (5 ó 6... o más) de pequeñas ingestas, lo cual va a calmar la ansiedad y facilitar el contenerse dentro de unos límites aceptables. No olvideís, en favor de mantenernos bien nutridos, priorizar alimentos ricos en minerales, vitaminas y proteínas y dejar en un segundo plano, pero sin eliminarlos totalmente, los ricos en carbohidratos y grasas (sobretodo las saturadas, generalmente de orígen animal, que son las más perjudiciales por su tendencia a elevar los niveles de colesterol). Y beber mucho líquido, preferiblemente agua, en cantidad siempre mayor al litro y medio o los dos litros.